Se posó cerca del abismo,
a oler el viento,
con la esperanza de reír.
Empezó a cantar quedo,
como si le faltara el aliento.
Y sonó fuerte en el valle,
vaya que si,
llegó hasta los más perdidos rincones.
El eco se regodeaba de placer,
repitiendo como de una lección se tratara.
Ella le oyó -naturalmente-
y no pudo evitar querer tenerlo a su lado.
Se escuchaban, y nunca,
por muy grande que fuera su deseo,
se lograban siquiera encontrar.
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